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Familiares y cuidadores saben que asistir a una persona con demencia implica, no solo atender a sus necesidades básicas, sino también comprenderla, decidir por ella, interpretar sus cambios de humor y evitarle posibles riesgos.

El deterioro progresivo del lenguaje y de las demás funciones cognitivas va limitando la capacidad de comunicación de las personas con demencia, por tanto, el uso de las palabras será cada vez menos efectivo al tiempo que generará confusión en la persona afectada y frustración en el cuidador. Conocer la enfermedad y sus diferentes fases es fundamental para comprender las necesidades del paciente. Así, a medida que evoluciona la demencia cobra más importancia la comunicación no verbal y el uso de estrategias basadas en lo sensorial, lo psicomotriz y las emociones. Si bien el deterioro físico e intelectual pueden ser progresivos, la necesidad de expresarse, de recibir afecto y de comunicarse, aunque han cambiado, permanecen.

La memoria emocional se mantiene durante toda la vida por lo que en fases avanzadas nuestra mejor herramienta para comunicarnos y dar seguridad al paciente puede ser nuestra expresión facial, una sonrisa o un abrazo.